domingo, 15 de mayo de 2016

FORMAS DE MATARLE LA ILUSIÓN A UN DOCENTE Por: Nabonazar Cogollo Ayala

FORMAS DE MATARLE LA ILUSIÓN A UN DOCENTE
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Miremos solamente lo malo en su trabajo, nunca lo bueno…Reemplacemos la cultura del reconocimiento institucional, con la de la eterna inconformidad y la sempiterna negación. De esa manera tendremos un docente resentido e inconforme, dispuesto a irse en la primera oportunidad.

Desconozcamos el valor de lo que hace, esto es, invisibilicemos sus esfuerzos y su dedicación en pro de sus educandos. Con ello le daremos a entender que su trabajo vale poco y que cualquiera lo podría hacer mejor; lo cual es una garrafal falacia.
Paguémosle tarde su salario o si es el caso no se lo paguemos. Al fin y al cabo en la lógica de que el trabajo docente vale poco, “no valdría la pena retribuirlo a tiempo”. Esta lógica no solo es mezquina sino ilegal, por cuanto desconoce el principio constitucional del pago oportuno.  

Hagámosle escarnio público aun ante sus estudiantes y dirigidos, cuando cometa algún error humano. Con burlas, sarcasmos, comentarios ofensivos y formas análogas de negación de la autoestima y la autoeficacia.

Hagamos de cuenta que su tiempo libre en casa y sus pobres recursos económicos -duramente ganados-, le pertenecen a la institución para la cual trabaja, a la manera de un esclavo de los tiempos modernos.

Hagámosle exigibles trabajos para la casa, si es caso, impresos y si no los trae, pasémosle memorando escrito con copia a la hoja de vida. De esa manera no dispondrá de tiempo para su vida familiar ni del pleno goce de su dinero, porque en insana teoría, todo lo que hace y no hace en el colegio; y aun lo que tiene, le pertenecería a este último.

No le reconozcamos la autoría intelectual de todo lo que escribe para la Institución, porque en letra menuda dice en el contrato que “todo lo que el profesor produzca, le pertenece al colegio contratante”. De esa forma lo explotaremos no solo salarial y familiarmente sino también intelectualmente.

Pongámoslo a hacer trabajos indignos de su investidura docente como: cargar sillas en grandes cantidades, barrer, trapear, limpiar puestos, ventanas, recoger basura de los alumnos, botarla en el basurero, cargar morrales o maletas de otras personas, etc. Así tendremos no solo a un docente sino a un utilero de oficios varios.

Hagamos todo esto y tendremos a un docente herido en su amor profesional, porque lo estaremos esquilmando de forma inmisericorde, porque en dicha lógica los únicos que merecen ganar bien son los dueños del aviso.

El docente es la imagen viva de Jesucristo, no un generador de capital a costa de su propia existencia y su amor propio. Debemos reconocerlo y así mismo retribuirlo en todo lo que él o ella valen, para sentar las bases de una sociedad más justa, democrática y agradecida con la sufrida imagen del educador.

Mayo 15 de 2016
(En el día de los educadores colombianos)