FORMAS DE MATARLE LA ILUSIÓN A UN DOCENTE
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Miremos solamente lo malo en su trabajo, nunca lo bueno…Reemplacemos
la cultura del reconocimiento institucional, con la de la eterna inconformidad
y la sempiterna negación. De esa manera tendremos un docente resentido e
inconforme, dispuesto a irse en la primera oportunidad.
Desconozcamos el valor de lo que hace, esto es,
invisibilicemos sus esfuerzos y su dedicación en pro de sus educandos. Con ello
le daremos a entender que su trabajo vale poco y que cualquiera lo podría hacer
mejor; lo cual es una garrafal falacia.
Paguémosle tarde su salario o si es el caso no se lo
paguemos. Al fin y al cabo en la lógica de que el trabajo docente vale poco, “no valdría la pena retribuirlo a tiempo”. Esta
lógica no solo es mezquina sino ilegal, por cuanto desconoce el principio
constitucional del pago oportuno.
Hagámosle escarnio público aun ante sus estudiantes y
dirigidos, cuando cometa algún error humano. Con burlas, sarcasmos, comentarios
ofensivos y formas análogas de negación de la autoestima y la autoeficacia.
Hagamos de cuenta que su tiempo libre en casa y sus pobres
recursos económicos -duramente ganados-, le pertenecen a la institución para la
cual trabaja, a la manera de un esclavo de los tiempos modernos.
Hagámosle exigibles trabajos para la casa, si es caso,
impresos y si no los trae, pasémosle memorando escrito con copia a la hoja de
vida. De esa manera no dispondrá de tiempo para su vida familiar ni del pleno
goce de su dinero, porque en insana teoría, todo lo que hace y no hace en el
colegio; y aun lo que tiene, le pertenecería a este último.
No le reconozcamos la autoría intelectual de todo lo que
escribe para la Institución, porque en letra menuda dice en el contrato que “todo lo que el profesor produzca, le
pertenece al colegio contratante”. De esa forma lo explotaremos no solo
salarial y familiarmente sino también intelectualmente.
Pongámoslo a hacer trabajos indignos de su investidura
docente como: cargar sillas en grandes
cantidades, barrer, trapear, limpiar puestos, ventanas, recoger basura de los
alumnos, botarla en el basurero, cargar morrales o maletas de otras personas, etc.
Así tendremos no solo a un docente sino a un utilero de oficios varios.
Hagamos todo esto y tendremos a un docente herido en su
amor profesional, porque lo estaremos esquilmando de forma inmisericorde,
porque en dicha lógica los únicos que merecen ganar bien son los dueños del
aviso.
El docente es la imagen viva de Jesucristo, no un generador
de capital a costa de su propia existencia y su amor propio. Debemos reconocerlo
y así mismo retribuirlo en todo lo que él o ella valen, para sentar las bases
de una sociedad más justa, democrática y agradecida con la sufrida imagen del
educador.
Mayo 15 de 2016
(En
el día de los educadores colombianos)