ME
DUELE CERETÉ
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Escapad gente tierna
Porque esta tierra está enferma.
Joan Manuel Serrat.
Cereté es una aldea que se quedó anquilosada en el tiempo
y el espacio, entre las difuminadas entelequias de una añoranza que le colgó el
título de Capital del Oro Blanco mismo que hoy luce desteñido y viejo
con los oropeles de un desvencijado teatro al que las autopistas informáticas
de la posmodernidad condenaran al olvido. Otrora fue grande, hoy se aferra a
aquellos recuerdos que solo los mayores testimonian y que los más jóvenes
ignoran, pero cuyos lazos identitarios no alcanzan a retenerlos porque sus nuevas
y poderosas alas los llevan hacia el horizonte ilímite, quizás para nunca más
volver. Las ansias y fuerzas de futuro cereteanas se las sorbió una
febricitante Montería que crece y se expande a diestra y siniestra a costillas
de los poblados periféricos con toda su carga de sueños fallidos pesando sobre
nuestras conciencias.
Las viejas casonas cereteanas del republicano tardío
sucumben una a una bajo la pica de la demolición de un modernismo mal entendido
que les da paso a las moles de concreto de un remozado neo Bauhaus traído
allende el Atlántico con los tintes de un occidente que poco y nada se ocupa de
la fluvial y bugresina Cereté. Porque para los grandes centros euroatlánticos
América latina apenas si existe, por cuanto pretenden bastarse a sí mismos; y
lo demás, al decir de Hegel, apenas si sería un recurso. Occidente, hoy por
hoy, se resquebraja lentamente bajo la fatalidad de sus contradicciones
internas, mientras que Cereté ve deteriorado su presente al socaire de un
pasado luminoso al cual la gente vieja se aferra para no sucumbir del todo.
Muy pocos entre sus gobernantes locales interpretan e
implementan en su justa medida el caudal de las ansias futuristas cereteanas,
prueba de ello es que abandonan el pueblo, quizás porque entre sus callejas y
mercados no caben sus nuevas expansiones sociales. La Cereté que huye y se
abandona a sí misma porque el tren de la historia ya quizás no la alberga o
quizás nunca las albergó.
Me duele Cereté, me duele verla descolorida y ajada a
contrapelo de lo que alguna vez fuera. Duele ver que su juventud la abandone
porque poco y nada le ofrece. Duele ver una clase media estrangulada lentamente
ante la galopante escasez de medios productivos. Duele ver unas clases
privilegiadas pertrechadas en la comodidad de sus recursos que no genera
fuentes de empleo y desarrollo para las clases menos favorecidas, porque se blindan
en sus cerrados círculos familiares. Duele ver la precariedad de sus servicios
públicos y de un sistema de salud que se debate entre el ausentismo y la
debacle. Duele ver que sus grandes intelectuales locales y su legado cultural
son condenados al ostracismo ante la indiferencia y la desidia oficial; quizás
porque nunca los entendieron, quizás porque ya a nadie les interesa. Duele ver
que los que dicen amar a Cereté traicionan finalmente sus banderas en pro de
intereses de clase, familia o partido.
Cereté, tierra mía, te llevo con amor en mi corazón, hoy
por hoy con dolor y sentir de patria.
Julio 29 de 2023