
LA LÓGICA DE LOS NUEVOS TIEMPOS
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Profesor,
si mi hijo perdió el año por su materia fue por su culpa
Usted
nunca le cayó bien, decía que usted era viejo, feo, gordo y chistoso
En
las clases se ponía a jugar porque no le llamaba la atención
lo
que usted explicaba. Él decía… ¿Para qué me va a servir eso en la vida?
Las
tareas nunca se las hizo porque usted nunca se tomó el trabajo de recordarle el
día anterior que tenía que hacerlas, imprimirlas y traerlas
Las
explicaciones suyas antes que gustarles le daban rabia porque decía que usted
como que sabía mucho, quizás demasiado y eso lo sacaba de sus casillas.
¡Pobrecito, mi chiquito!
Le
molestaba mucho que usted le dijera que las tareas las había bajado de internet,
eso era verdad pero su deber era aceptárselas
porque
por algo se esforzó y se gastó medio cartucho imprimiéndolas.
Él
decía que usted solo tenía que ponerle el 5,0 y ya. Y felicitarlo ante sus
compañeros por juicioso y cumplidor de su deber.
¡Hubo
gente que no le presentó a usted nada!
Él
protestaba cuando usted lo regañaba por jugar en clases,
charlar
por celular o jugar con sus distractores electrónicos. ¡Profesor! Son los nuevos
tiempos, entienda. Usted limítese a dictar sus temas que él a su manera le pone
atención. Eso sí, cuando él pierda la asignatura no me le venga a echar las
culpas al pobre muchacho, que él qué culpa de nada tiene.
Para
eso se pagaba una pensión… qué pretendía usted o qué.
Él
estatua no es y quieto no se va a quedar.
Él
decía que usted era un fastidioso porque en sus clases no lo dejaba sentarse
junto a la novia que tenía en el curso, darle un besito, refregarse los
pantalones y tocarse sus partes íntimas.
¿Qué
tenía eso de malo? ¿Qué el Manual de Convivencia? ¡
Eso
nadie lo cumple, no sea cansón, profesor. Ganas de montársela a mi pobre
muchacho, que tiene mucho amor para dar y usted jamás entendió ni le quiso
aceptar eso.
Él
se enojaba mucho cuando usted no lo dejaba comerse sus onces o parte de su
almuerzo en clase y compartirle a buena parte del curso. Profesor, entienda, a
él le daba mucha hambre y los compañeros se antojaban de verlo comer. ¿Qué tenía
de malo comerse su brontoburger con papas y una gaseosa de 16 onzas mientras
usted explicaba sus temas? ¿Qué dejaba reguero en el suelo? ¡Levántelo
profesor! Para eso le pagan a usted.
Levantar
una mugrecita de mi niño no le va a hacer ningún daño. Por eso no me le iba a hacer
anotación en el observador.
¿Es
que una persona no tiene derecho a tener hambre?
Por
eso insisto, profesor… ¡Si mi hijo perdió el año fue por su entera culpa!
Él
solo iba diario y dispuesto a estudiar. Y usted se la montaba todo el tiempo
por las cosas más bobas de la vida.
¡Mi
pobre muchacho! Víctima de la tiranía de un profesor malvado.
Madrid
(Cundinamarca)
Noviembre
26 de 2016
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