COLOMBIA INVADIDA POR INMIGRANTES VENEZOLANOS
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Sé
indulgente cuando subas para que lo sean contigo cuando bajes.
(Refrán
popular colombiano)
Con mayor énfasis a partir del año 2015 los
colombianos hemos venido viendo cómo a nuestras principales ciudades llegan
semana tras semana numerosos ciudadanos venezolanos, quienes huyen de la
inseguridad, la falta de empleo, la falta de asistencia en materia de salud, la
pérdida galopante del poder adquisitivo de su moneda (el Bolívar Fuerte) y
sobre todo, del preocupante desabastecimiento alimentario y de medicinas que
padece el vecino país. ¿Cómo es posible
que en Venezuela haya hambruna y falta de víveres y fármacos, siendo el país
considerado con las mayores reservas petroleras del mundo? Difícil de creer
pero así es, hasta el punto que ello ha provocado un éxodo masivo de venezolanos,
en orden de preferencia, hacia los siguientes países: Colombia, Estados Unidos,
Panamá, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Perú, Ecuador, Costa Rica y
Argentina, entre los principales destinos. Esta es una realidad que el gobierno
bolivariano de Nicolás Maduro Moros se esfuerza en desconocer y que busca a
todo trance evitar que se vea reflejado en los medios noticiosos de su sufrido y
amordazado país. Cuando una noticia de estas se cuela entre los medios
nacionales venezolanos, Maduro truena contra ese medio noticioso, tildándolo
de: fascista, anti-revolucionario,
ultraderechista y mentiroso, como ya ha pasado alguna vez.
El polémico, bullicioso y teatral presidente
venezolano preconiza en su programa semanal En
contacto con Maduro, los indeclinables logros de la revolución bolivariana.
Uno de ellos a su decir es el fortalecimiento de los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción)… ¿Qué son los
CLAP? Son varias cosas, veamos: En
principio los CLAP son distritos en cada ciudad de Venezuela, numerados y
sectorizados. Así mismo carnetizados (ahora con lo que Maduro llama el Carnet de la Patria), para que las
familias respectivas se acerquen a hacer compras de víveres en los Supermercados de la Revolución o de la Gran Misión Alimentaria. A cada
CLAP le corresponde un día, máximo dos (en ciudades pequeñas) de compras de
víveres por semana. Una vez que las personas se acercan según el día que les
toque, realizan largas e interminables colas para lograr llegar al supermercado
asignado a comprar la bolsa CLAP… ¿Qué es la bolsa CLAP? Ultimamente ya no es
una bolsa sino una caja de cartón con el sello de la Presidencia de la República y de la Gran Misión Alimentaria. La
bolsa o caja CLAP tiene elementos básicos de alimentación y manutención como
son: arroz, aceite, mayonesa, la infaltable harinapán
(harina precocida de maíz) para la elaboración de las consabidas arepas
venezolanas, elementos de aseo personal y de la casa, salchichas, la consabida caraota (fríjol negro venezolano), el papelón (panela), papel tualé (papel de baño), preservativos, pañales de bebé,
toallas higiénicas, atunes, pasta, leche en polvo, harina, sardinas enlatadas y
mantequilla. Una bolsa o caja CLAP tiene un costo actual para el consumidor de diez mil bolívares fuertes, que en pesos
colombianos equivale, según el cambio oficial, a $ 2.874.249. Esto según el
anuncio que hizo Maduro el pasado 3 de diciembre de 2016, lo cual causó las
iras de la oposición, la MUD (Mesa de
Unidad Democrática), porque se afirma que ese dinero equivale al de dos semanas de trabajo. Y una bolsa o caja
CLAP solo cubre una semana de alimentación. De otra parte el salario mínimo
autorizado por Maduro para el 2017 equivale a 104.358 Bs, es decir equivale en
pesos colombianos a 30.017.126. La cifra
parece exorbitante, pero el Bolívar
Fuerte tiene escaso poder adquisitivo en Venezuela, una golosina vale cien
mil bolívares, por ejemplo. Con el agravante que cada día pierde precio por la
constante hiperinflación, Venezuela es el país con la inflación más grande y
desbordada del mundo.
Los CLAP serían entonces una posible solución a la
crisis alimentaria y de medicinas del país pero ha sido todo lo contrario. ¿Por
qué? Veamos: Infortunadamente los dispositivos CLAP no alcanzan a cubrir a toda
la población de cada distrito carnetizado. Hay personas llorosas, iracundas e
inconformes que dicen hacer colas durante un promedio de 4 a 8 horas al día,
para llegar al supermercado y hallarse con la triste realidad de que ya no hay
víveres o solo quedan unos cuantos. ¿Qué hacer entonces? Llevar de lo que hay,
así tengan mucho de ello en casa. Por ejemplo, llevar aceite así ya se hayan
abastecido de aceite, para luego intercambiarlo con quien tenga el producto que
el usuario necesita, al estilo trueque. Una tercera opción es comprarle a los
bachaqueros, es decir, a los revendedores y/o contrabandistas, quienes logran
adquirir los productos subsidiados y los revenden a siete, ocho y más veces su
precio original, encareciéndolos de forma absurda. De otra parte, el
presupuesto nacional no da abasto para asumir el enorme costo subsidiario de
semejante carga alimentaria para todo el país. ¿Por qué? Porque Venezuela es
una economía rentista que deriva la principal fuente de sus ingresos de la
venta del petróleo crudo, principalmente a los Estados Unidos. Y es una
realidad innegable que el precio del barril de petróleo crudo internacional
está muy barato, a razón de cuarenta y cinco dólares, ochenta y cinco centavos.
Y la actual tendencia del hidrocarburo es a la baja. De otro lado en Estados
Unidos hay la tendencia a reemplazar el combustible fósil por otros más
livianos y menos contaminantes, como el obtenido a partir de la caña de azúcar.
CONCLUSIONES
Y toda esta triste historia ¿de qué manera afecta a
Colombia en particular? El ciudadano venezolano del común ve con asombro y
tristeza cómo a unos kilómetros de Venezuela pasando el puente internacional
hacia Cúcuta, los supermercados colombianos se hallan suficientemente
abastecidos con todo lo necesario. ¿Por qué? Porque la economía de libre
mercado de Colombia así lo permite. Ese férreo control de precios que existe en
Venezuela y que ha arruinado su industria nacional, no existe en Colombia. Esto
ha causado el enojo tanto de Maduro como del gobernador del Estado Táchira
quienes afirman que los colombianos buscan obtener pingües ganancias a partir de
la crisis alimentaria venezolana, vendiendo productos a precios exorbitantes,
los cuales –a su decir-, habrían sido sustraídos de los anaqueles venezolanos
por cuenta del contrabando y el bachaqueo, que Maduro lo achaca a la mafia
binacional cucuteña y colombiana. Otro motivo de enojo de Maduro es lo que para
él es el cambio injusto de divisas en Cúcuta. Él ha denunciado que la circular
número 8 del Banco de la República de
Colombia permite que las casas de cambio fijen con cierta libertad regulada
los precios de las divisas internacionales. Ello ha dado pie para que los
cambistas cucuteños especulen con la moneda venezolana, poniéndola muy barata.
Según Maduro “rebajándola a precios
irreales”.
Mientras tanto ¿qué ha hecho el común de los
venezolanos? Emigrar de su país hacia donde la comida se consiga fácil y a precios
razonables, sin escasez ni esas terribles e inhumanas colas que muchas veces
son inútiles. Por ello hemos visto como a Bogotá llegan familias enteras de
venezolanos cada semana, lo mismo a Bucaramanga, Cúcuta, Maicao, Valledupar,
Riohacha, Barranquilla, Santa Marta, Cartagena, Medellín, Sincelejo y Montería,
entre otras ciudades colombianas. Han llegado a nuestras ciudades huyendo de
las crueldades de un régimen que se encamina cada día más hacia el
totalitarismo. En Colombia se les ha acogido en términos generales bien, pero
el creciente número de venezolanos inmigrantes ya empezó a preocupar al
gobierno Santos, quien ve cómo los recién llegados desplazan a nuestros connacionales de las fuentes de
trabajo y acceso a salud, educación y vivienda, con una oferta laboral mucho
más barata que la local. ¿Qué hacer entonces? Todo parece apuntar a que el gobierno
nacional de Colombia endurecerá los controles migratorios hacia los venezolanos
para minimizar el creciente impacto de la problemática que aqueja hoy por hoy a
la patria natal de Bolívar.
nacoayala@gmail.com